1) Al rodear los truenos…

En las noches tan cálidas como la que se vivía es día, los vecinos solían acercarse a la puerta de sus casas para tomar el fresco de la noche, sentados en sillas y mecedoras, mientras los chiquillos correteaban a lo largo de la calle hasta quedar agotados.

Aquel día María corría veloz por la calle, entre los autos y los arbustos de las banquetas, rodeando postes y personas en sillas, mientras iba tocando a todo aquel que ya estuviera encantado para que despertara y siguiera jugando. Justo cuando estaba al final de la calle, en donde había una larga y gruesa fila de truenos, un niño salió de entre los arbustos y la encantó. Fue un alivio, pues no había parado de correr desde que el juego había empezado. Mientras recuperaba el aliento, vio que algo se movía a su lado.

Era un hombre, sin piernas, que impulsaba su cuerpo hacia adelante con sus brazos. Después del sobresalto, como toda niña, demostró su curiosidad y preguntó si no le dolía. El hombre negó con la cabeza y cavilando unos segundos, le pidió un poco de agua. María, naturalmente no podía moverse, estaba encantada; así que le informó la situación al hombre y se dispuso a llamar a alguien para que la tocara y ella pudiera ir por el agua. En cuanto se distrajo para llamar a sus vecinos, el hombre comenzó a balancearse y avanzó lentamente. “No puede ir muy lejos” pensó ella, pero para cuando los demás llegaron, el hombre había desaparecido.

Ella relató lo sucedido y todos lo buscaron, pero el hombre no estaba por ningún lado. Los adultos dijeron que lo habían inventado y los niños opinaron que María lo había hecho solo para seguir jugando. María no inventó nada. Acaso… ¿la gente podía desvanecerse sin más?

Author: María Pérez

Cuando era niña alguna vez soñé con convertirme en una gran escritora. Tengo muchas historias, pero todas pasan en mi cabeza. Ahora trato de dar el siguiente paso y comenzar a compartirlas.

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