58) Oportunidad, concedida.

Se había pasado las últimas dos horas lanzándole discretas miradas desde el otro lado del restaurante. Mientras la observaba, se preguntaba qué podía hacer para ganar una oportunidad para hablarle, aunque probablemente, aún teniendo la oportunidad, no lo habría hecho. De haber estado sola, tal vez…, pero no lo estaba. Soltó un largo suspiro. No lo haría, pero igualmente hacía planes de cómo acercarse. Estaba en eso, cuando notó que pedían la cuenta.

En automático le vino una idea: fingiría que la conocía y luego de la confusión podría preguntar su nombre y…. En el preciso instante en que su plan tomaba forma y sus pies tomaban la dirección para salir a ejecutarlo, una mesera se interpuso en su línea de visión ofreciéndole más café y mostrando los diferentes postres y bebidas de la carta. Exasperado, los rechazó tajante. Para cuando la mesera dejó de interferir, ella se había ido.

Soltó otro suspiro. Daba igual, ya había dicho que con verla le bastaba. ¡Arrrrggg! No le bastaba, pero ya se había ido. Odió en secreto a la mesera. Ya se podía ir a casa también él. Tras llamar a la mesera, solicitar la cuenta y esperar una eternidad por el cambio, salió del restaurante más decepcionado de lo que él mismo esperaba. Se rió de sí mismo, suspiró como quien da por perdido algo y siguió caminando.

Llegó a su automóvil. Las personas del auto de enfrente discutían si pedir corriente o llamar a la grúa. Pasó de largo y se subió a su auto. Eran un par de mujeres. Después de pensarlo un minuto, se volvió a bajar para ofrecerles ayuda. Una estaba abriendo el capó y la otra sostenía los cables cuando él se acercó y ofreció su ayuda. Sonrientes, aceptaron.

Momento, ¡era ella! ¡La mujer del restaurante!

Author: María Pérez

Cuando era niña alguna vez soñé con convertirme en una gran escritora. Tengo muchas historias, pero todas pasan en mi cabeza. Ahora trato de dar el siguiente paso y comenzar a compartirlas.

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