60) Coordinación, perfecta.

Ahí estaba su oportunidad de oro y lo mejor era que ni siquiera había tenido que planearla. ¡No lo podía creer! “Actúa natural” se dijo a si mismo, misión complicada para alguien que se pasó la tarde planeando como hablarle sin éxito. Respiró profundo y pidió los cables para conectarlos. La mujer que los sostenía preguntó con aire de suficiencia si no era mejor que primero acercara el auto, mientras que la otra le lanzaba miradas para que se callara. Él contestó que no había diferencia. Conectó los cables, volvió a su auto, se subió, giró la llave y… nada. No encendía. Entonces fue que se dio cuenta de que también se había quedado sin batería.

¿Cuáles eran las posibilidades? Su cara era un despliegue de colores y no le quedaba más que bajar e informarles tal infortunio, aunque si era sincero, prefería morir que ponerse en vergüenza. Considerando todo, la situación era tal que comenzó a reír. Bajó del auto y les comunicó la noticia. La mujer que tenía los cables lo miró como si fuera el imbécil más grande que jamás había visto, pero la mujer que lo tenía embelesado intentó reprimir una carcajada sin mucho éxito. ¡Se desternillaba! Y él no pudo más que reír con ella. Cuando pudieron controlarse, con ojos llorosos ella se disculpó:

– No me rio de ti, disculpa. Es que… ¿Cuáles son las posibilidades? – y volvió a carcajearse. Bien se pudo enojar, pero tenía una risa que le resultaba contagiosa, inevitablemente, volvía a reír con ella.  

Con su nerviosismo inicial superado y la vergüenza cubierta en capas de carcajadas, un fugaz y feliz pensamiento cruzo su mente: si fuera con ella, no le importaría hacer el ridículo el resto de su vida. Sin planearlo, ambos alargaron la mano hacia el otro.

Author: María Pérez

Cuando era niña alguna vez soñé con convertirme en una gran escritora. Tengo muchas historias, pero todas pasan en mi cabeza. Ahora trato de dar el siguiente paso y comenzar a compartirlas.

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